Una excursión entre los arrozales
Es posible hacer varias excursiones en Ubud y sus alrededores. Aunque puede explorarlo fácilmente usted mismo, con un guía podrá conocer Bali mucho mejor. Muchas excursiones comienzan en el templo Taman Sari y le llevan por los pueblos tradicionales y enormes sawas hasta el templo Bukit. También puede descubrir usted mismo los arrozales al norte de Ubud caminando desde la calle principal Jalang Raya Ubud hacia Kutuh. En Tegallalang, a unos cuantos kilómetros al norte de Ubud, existe un precioso camino entre las terrazas de arroz muy fácil de seguir. La vista de las terrazas es maravillosa. Cuando la vea, entenderá por qué este lugar aparece en tantas postales.
Cosechando el oro blanco
El clima constantemente cálido y húmedo permite que en Bali se pueda plantar y cosechar arroz durante todo el año. Se trata de una tarea que lleva mucho tiempo y trabajo. Aunque los campesinos más ricos suelen tener búfalos para tirar del arado, la mayor parte del trabajo la hacen las personas. Resulta fascinante contemplar cómo trabajan, pero es una labor muy dura para los balineses, quienes, a pesar de ello, no pierden la sonrisa y la amabilidad. Con sus sombreros de caña para protegerse del sol, trabajan sin descanso de sol a sol. Cortan los tallos de arroz con una hoz mediante un potente movimiento descendente y, a continuación, las mujeres los sacuden en grandes manojos contra un barril para que salgan los granos de arroz. Este oro blanco se coloca entonces en grandes cestas. Aquí el arroz tiene múltiples usos: la gente que acude a las ceremonias lleva un grano de arroz en la frente y también se emplea como sacrificio en los templos. Y, naturalmente, también encontrará arroz en su plato.
Sacrificio a los dioses
Además de ser fuente de vida, el arroz en Bali es una valiosa ofrenda para apaciguar a los dioses. Los balineses entregan arroz rojo, amarillo, blanco y negro a los santos hindúes en una cesta hecha de hoja de palma dobladas con flores e incienso. Pueden llegar a llevar ofrendas a los templos hasta 3 veces al día. Los occidentales a menudo pasan por alto estas pequeñas obras de arte, ya que las ofrendas suelen dejarse simplemente en el suelo. La gente las pisa accidentalmente, pero no se preocupe: una vez que ha finalizado el ritual de la ofrenda, las cestas dejan de tener valor y los perros y los monos acaban con ellas.