Madera de cedro y tallas de madera adornadas
La fachada y los pilares de la iglesia están hechos de la Greenheart surinamesa, una madera especialmente resistente y duradera que es prácticamente indestructible. Para aportar más volumen a los esbeltos troncos de este árbol, los pilares de la iglesia se han envuelto en madera de cedro inacabada. El resto del interior de la iglesia también se construyó en cedro marrón rojizo. Esta madera, de aspecto tropical, combina a la perfección con los estilos arquitectónicos europeos. Los redondos arcos y el soportal son de estilo neorrománico, mientras que las dos altas torres son neogóticas. Las decorativas tallas de madera de la catedral son locales: las formas ornamentales de los capitales y arcos fueron talladas por ebanistas criollos libres. Esto es único, ya que la esclavitud en Surinam sólo se abolió en 1863, poco antes de la construcción de la iglesia. Los sacerdotes aprovecharon esta oportunidad para hacer la iglesia más atractiva a la creciente comunidad de esclavos libres.
De catedral a basílica
A finales del último siglo, la condición en la que se encontraba la catedral no era la misma que la actual. Tras un fallido intento de restauración, la iglesia comenzó a inclinarse poco a poco y la fachada comenzó a desconcharse. Cuando se encontraron las termitas y bacterias de la madera, se cerró la catedral, y permaneció así durante 20 años. En 2010 se finalizaron los intensos trabajos de restauración, que duraron 5 años. Desde entonces, la catedral de madera se encuentra en un estado excepcional. Si mira detenidamente la madera más oscura y más clara del techo, verá las nuevas vigas. En 2014, el Papa Francisco le concedió el mayor título honorario que se puede conceder a una construcción católica: la catedral de madera pasó a ser una basílica.
Santo sacerdote
La Catedral de San Pedro y San Pablo es un importante lugar de peregrinación para los surinameses católicos, un 20% de la población. En una capilla lateral se encuentra la tumba del sacerdote beatificado Peerke Donders (1809-1887). Este misionero holandés dedicó una gran parte de su vida a cuidar a los leprosos de Batavia, una colonia de leprosos al oeste de Paramaribo, donde vivían en condiciones miserables.